Buenaventura, Colombia: pagar extorsiones para proteger a la familia
Published On: 27 de March de 2019 :: 6:16 pm

Buenaventura, Colombia: pagar extorsiones para proteger a la familia

Buenaventura, Colombia: pagar extorsiones para proteger a la familia

El testimonio de Marlen, una paciente de nuestro equipo en Buenaventura (Colombia), explicado por su psicóloga, Mónica Cuervo, describe cómo estar sometido a bandas criminales y a sus extorsiones puede impactar en la vida de una familia.

Marlen rompe en llanto: “No aguanto más, estoy desesperada, me quiero morir, tengo 38 años y no he hecho nada con mi vida, no quiero, no puedo seguir más”. Es la primera vez que, como psicóloga clínica de Médicos Sin Fronteras, atiendo a Marlen. Tiene 38 años de edad, robusta, cabello muy corto y piel morena, de ojos grandes tristes y preocupados.

Marlen explica que su vida es una gran decepción, me cuenta cómo sus ganas de vivir simplemente se han esfumado, ya no le provoca comer o bañarse, no quiere que llegue la noche por que se le hace eterna, no quiere trabajar puesto que no tiene fuerza, no quiere arreglarse, su cabello se cae, cocina sin deseos de hacerlo, no habla con nadie,… Durante nuestra primera conversación exploro la historia de su vida.

Para ella su familia lo era todo. Cuenta que su familia dejo de estar unida hace años, porque empezaron a recibir amenazas, estaban siendo extorsionados por bandas criminales que les exigían dinero para permitirles trabajar y el temor los hizo acceder. Pero la economía de la familia no resistió mucho tiempo, trabajaban para pagar extorsiones, por lo que tuvieron que vender su casa.

Después de haber sido amenazados y extorsionados, de renunciar a su propiedad, decidieron que su esposo se iría a Europa a buscar un mejor futuro. Dice Marlen: “Ahora que lo pienso, el día que él se marchó, fue el peor día de toda mi vida”, fue la primera vez que pensó que quitarse la vida era su mejor salida. Su esposo los había dejado, vivía en un lugar donde no se sentía cómoda, estaba embarazada, con un niño pequeño a su cargo y sin trabajo. Se derrumbó, dejó de comer, dejo de hacer lo que le gustaba, nunca fue a controles por su embarazo, sin embargo pensó: ¿qué sería de sus hijos si no seguía con ellos?

El tiempo fue pasando, y Marlen sobrevivió entre sentimientos de angustia, abandono y desprotección. La graduación de su hijo como bachiller le devolvió un pedacito de ilusión. Se dijo que quizás sus esfuerzos no fueron del todo en vano. Pero su hijo tuvo que partir a seguir sus estudios y Marlen revivió el día más triste de su vida, temió que perdería a su hijo como perdió a su esposo.

Al tiempo que vamos avanzando en nuestras sesiones, Marlen se da cuenta de que los sueños que un día tuvo se están materializando de otra forma, su hijo llegó a la universidad y más que un motivo para sentirse triste, en este logro empieza a reconocerse como una buena madre que enseñó a su hijo la importancia de la educación. Y fue ella la que tuvo que pagar las extorsiones para proteger a su familia. Se da cuenta de que tiene una hija que está con ella y que también la necesita.

Poco a poco empiezan a abandonarla los pensamientos suicidas, la culpa se reduce y Marlen empieza a ver lo importante que es y que ha sido en la vida de otras personas. Poco a poco retoma contacto con amigos, con familia, con los que puede contar.

Otro día, Marlen llega y apenas la reconozco: trenzas largas, muy bien vestida, arreglada, con las uñas pintadas, oliendo muy bien, sonriente y con una mirada diferente; al preguntarle qué había pasado, me dijo: “No todo en mi vida ha sido triste y aunque esté pasando por esto, también he tenido y puedo tener momentos felices”.

Conversamos acerca de su rabia hacia las personas que un día le arrebataron sus sueños, aquellas que con sus acciones la obligaron a decidir cosas que no deseaba, por las cuales sentía que su familia no había podido permanecer unida. Hablamos de cómo la tristeza y el dolor también hacen parte de sentirse vivo, me contaba cómo la afectaba la distancia con su hijo, pero que al mismo tiempo se sentía muy orgullosa de él, y que recientemente estaba recibiendo felicitaciones en el colegio de su hija por su excelencia académica.

Marlen empieza a dormir mejor, a comer mejor, ya no pierde cabello y está buscando trabajo.

Ahora que nuestro proceso terapéutico llega a su fin, los ojos de Marlen hablan de esperanza. Ella sabe que sentirse triste o frágil es parte de ser humano y que es importante no negarse a la posibilidad de sentir, expresar, aprender o equivocarse. Cuando nos despedimos, Marlen dice: “De todo lo que me ha pasado, he aprendido algo, de eso se trata la vida. No me había dado cuenta”.

Tabajamos en Colombia desde 1985, brindando asistencia sanitaria en los lugares más remotos del país donde el acceso a la salud no está garantizado o en aquellas emergencias en las que su presencia puede ser necesaria. En Buenaventura, ofrecemos atención en salud mental a víctimas de violencia, atención integral a supervivientes de violencia sexual e interrupción segura del embarazo.



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