Guerra interminable en Siria: la vida de Imán, Hasán y Abu en Idlib
Published On: 6 de July de 2020 :: 7:39 pm

Guerra interminable en Siria: la vida de Imán, Hasán y Abu en Idlib

Guerra interminable en Siria: la vida de Imán, Hasán y Abu en Idlib

Último bastión rebelde y objetivo de bombardeos masivos, Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca. Estas tres historias personales reflejan las de 2,7 millones de sirios: espera, miedo y ninguna esperanza de futuro.

Abu Fadel, Hasán e Imán viven en la gobernación de Idlib, en el noroeste de Siria. Al igual que otros 2,7 millones de sirios, tuvieron que desplazarse a la fuerza varias veces dentro del país hasta acabar en este último bastión rebelde, objetivo de ataques aéreos masivos liderados por el ejército sirio y sus aliados.

Tras nueve eternos años de guerra, Idlib es el hogar de una población destrozada, empobrecida y sin esperanza de futuro. De espaldas a la frontera turca, Abu Fadel, Hasán e Imán hablan de los mismo: la espera interminable, el miedo y el horror de la guerra en lo que es una prisión al aire libre.

A mediados de junio, los ataques aéreos se reanudaron en Idlib: el objetivo esta vez era la zona al oeste de Marat al Numan. Aquí, la mayoría de las personas en las zonas controladas por la oposición viven en la pobreza, y muchas se han mudado de las ciudades a los campamentos alrededor de Dana, Sarmada y Atmeh, donde brindamos asistencia.

Idlib es el capítulo final de una guerra siria que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca

© Hélène Aldeguer

En 2013, las fuerzas del gobierno sirio sitiaron Guta oriental, una fortaleza rebelde en el este de Damasco. En el verano de ese año, el área fue objeto de presuntos ataques con armas químicas. Tras cuatro años de asedio, en 2017, Guta oriental fue una de las zonas de desescalada que supuestamente detendría la lucha. Pero los ataques aéreos continuaron siendo parte del día a día. Imán Oum Ziad y sus ocho hijos solían vivir allí.

Como muchos sirios en Guta oriental, ella prefirió ser evacuada a la gobernación de Idlib en lugar de quedarse en un área bajo control del gobierno. “Mi cuñada murió en los ataques químicos en 2013”, dice. “Vivimos el horror, los ataques aéreos lanzados día y noche, el asedio y nada de comer”. El asedio fue total, y recuerda los días sin comida y la muerte de su madre por falta de medicamentos.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca

© Hélène Aldeguer

A sus 43 años, Imán recuerda haber sido desplazada varias veces dentro de Guta para escapar del bombardeo. “De un día para otro, huimos de un lugar a otro solo para sobrevivir. Cambiamos de casa seis o siete veces, y los ataques aéreos seguían acercándose”. En febrero de 2018, el ejército sirio controlado una ofensiva aérea a gran escala y muchas personas murieron. Cuando Guta oriental cayó ante el gobierno, Imán se negó a quedarse y, en abril de 2018, ella y su familia fueron evacuados a Idlib. “Siempre recordaremos esa fecha, fue cuando tuvimos que abandonar el lugar que realmente amamos. Hemos sufrido terriblemente aquí y hemos sido testigos de tanto horror“. Ella, su esposo e hijos terminaron en uno de los muchos campamentos en la gobernación, donde viven desde entonces. “Ya no sabemos a dónde ir. En cualquier momento los ataques aéreos podrían comenzar de nuevo”.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca

© Hélène Aldeguer

Antes de la guerra, Imán cuidaba la casa mientras su esposo se ganaba la vida trabajando en el campo ayudado por uno de sus hijos, quien fue asesinado a tiros por un francotirador mientras llevaba pan a casa. Ahora, ninguno trabaja y la situación económica empeora día a día. El valor de la libra siria se ha reducido a la mitad, la inflación es alta y los efectos de la pandemia de Covid-19 en la economía son devastadores.

“Mientras el régimen esté, no podemos volver a Guta. Han dejado en claro que seremos encarcelados o ejecutados si lo hacemos. Ya no hay ningún lugar seguro, ni siquiera en Idlib”, dice. El campo donde se refugian tiene letrinas comunitarias, casi no hay agua limpia, ni electricidad y, debido a la COVID-19, durante los últimos dos meses no ha habido escuela para los niños.

Su hija de 10 años, Jana, entra en pánico cada vez que escucha aviones. “Solía ​​llevarlos a esconderse en el baño o debajo de las escaleras. “Jana llora sin razón, y siempre está triste”, confiesa tras explicar que la pequeña dibuja sin cesar los horrores de la guerra y los aviones en el cielo.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca

© Hélène Aldeguer

Hasán Abu Noá era estudiante en Talbisé, en la gobernación de Joms. A sus 33 años, es periodista y participó en las protestas pero, durante las negociaciones entre el gobierno y la oposición, fue evacuado a la región de Khan al Assal, en la provincia de Alepo. Permaneció allí durante un año pero, a fines de enero de 2019, los ataques aéreos se intensificaron y se vio obligado a huir.

“La gente estaba asustada. Era como si todo fuera a cámara lenta. Podía ver a todos a mi alrededor corriendo, estaba conmocionado. Nos subimos a un coche y huimos: éramos como una procesión de hormigas. Los aviones continuaron lanzando sus bombas en la zona mientras la población huía a Idlib. Una pasó solo 50 metros sobre las cabezas de Hasán y sus hijos.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca.

© Hélène Aldeguer

Hasán ha vivido en la ciudad de Idlib desde 2019. Se queda en casa de un amigo porque no puede pagar el alquiler, y su esposa e hijos están con parientes en otra aldea. No hay suficiente alojamiento en la ciudad para todos, independientemente de si tienen dinero.

“Miro a Idlib y veo un pueblo deprimido sin esperanza alguna“. Los precios son exorbitantes, la gobernación está completamente aislada. “La parálisis y la tristeza son palpables tanto en los campos como en la ciudad“.

“He experimentado todas las emociones que existen. Me asusté, pensé que quizás todo esto es normal, me sentí vacío y, en alguna ocasión, feliz. Ahora me pregunto si no estoy enganchado a la situación. Solíamos tener miedo cuando oíamos silbar balas. Aquí, escuchamos los aviones y los ataques aéreos y comenzamos a hablar de otra cosa”.

Cada vez que su hijo menor, Adam, escucha los ataques aéreos, le pregunta a su padre si es un trueno. Su papá dice que sí.

No quiero irme de Siria. Todo lo que quiero es vivir con mi familia bajo el mismo techo. Nadie sabe lo que va a pasar. Políticamente, nada está claro y nuestras vidas tampoco. Seguimos esperando, pero eso es precisamente lo que nos está matando“.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca.

© Hélène Aldeguer

Abú Fadel nació y creció en la gobernación de Idlib, en el pueblo de Talmenes, a cinco kilómetros de Marat al Numan. Ha pasado los últimos seis meses viviendo en una tienda de campaña de menos de 20 metros cuadrados en un campamento improvisado en el oeste de la ciudad de Idlib con su esposa y cinco hijos, cuyas edades oscilan entre 4 y 15 años.

“En lugar de preguntar cómo me las arreglo para sobrevivir, deberías preguntarme si estoy sobreviviendo“, exclama el hombre de 40 años. La respuesta es no. Pido prestado dinero a amigos y familiares sin saber cuándo puedo devolverlos, o si podré hacerlo antes de morir. Hemos recibido algunas donaciones de organizaciones de ayuda, pero nada regular”.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca.

© Hélène Aldeguer

De vez en cuando, cierra los ojos y se imagina de nuevo en Talmenes, el pueblo donde nació. Desaparecidos sus sueños y aspiraciones, solo quiere volver. “He olvidado casi todo acerca de mi vida antes de la guerra. Solo quiero volver al año pasado, cuando el régimen nos bombardeaba de vez en cuando. Al menos entonces no había tropas terrestres amenazándonos”, confiesa. “Me despierto en un estado de ansiedad permanente preocupándome por mis hijos. No han ido a la escuela desde que nos fuimos de casa. Amaban la escuela”.

A principios de 2020, Abú y su familia tuvieron que huir de los ataques aéreos lanzados contra Talmenes. “Los ataques aéreos continuaron durante cinco días, y luego fueron las tropas terrestres. Fue entonces cuando decidimos que nuestra única opción era irnos. Nos escapamos en un camión con docenas de otras familias a la ciudad de Idlib. Pasamos una semana en una mezquita y luego establecimos este campamento aquí”.

Idlib es el capítulo final de una guerra que ya suma nueve años y que parece no terminar nunca.

© Hélène Aldeguer

En junio de 2020, debido a los enfrentamientos, más personas han sido desplazadas en el sur de la gobernación de Idlib y en el norte de la gobernación de Hama. “El régimen sirio considera a todos los que viven en Idlib terroristas. Mi primo fue arrestado en Hama mientras retiraba dinero en efectivo. Nunca regresará. Con las tropas avanzando sobre el terreno, la mejor opción es que me alisten a la fuerza en el Ejército. ¡Y lo peor es que me meterán en la cárcel! “

La tienda en la que vive la familia es un congelador en invierno y un horno en verano. Abú Fadel pasa sus días caminando por el campamento y tomando té con sus vecinos. Si la situación se vuelve aún más sombría, buscarán refugio lo más cerca posible de la frontera turca, donde cree que es más seguro. “Estamos atrapados aquí, y solo hay una salida”.



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